Cuento infantil -Se parece pero no es- No todo lo que brilla es oro pero... si crees, ¡lo creas!
- María Guadalupe Ortega
- 10 jul
- 8 Min. de lectura
Actualizado: hace 7 días

Corría y corría sin parar, no podía dejar pasar un día más. Había llegado el momento de salir nuevamente, pero siempre le pasaba lo mismo.
Por más que corría, era imposible alcanzarlo. Siempre le ganaba las partidas y mientras se escondía de nuevo, Zilo invadido por la desilusión, detenía su paso y lentamente se devolvía rumbo a casa con las manos vacías. Este era su afán todos los días, con el objetivo de llegar al Sol.
Todos en el vecindario lo veían pasar sin saber a dónde se dirigía y cómo en todo lugar donde nunca faltan "comentaristas"; doña Gertrudis no se quedaría un día más sin saber cuál era la carrera a la que Zilo asistía todos los días. Esta vez, lo esperaría sentada en la mecedora del corredor de su casa. Aquella tarde, sentenció: ¡Condenado muchacho, no se me va a escapar!.
Entonces, preparó su infaltable cafecito chorreado con un par de rosquillas y tomó asiento en primera fila para atisbar a Zilo, ya lo tenía calculado, después de darle seguimiento todos los días.
-Oye Zilo, ¿Pa' onde la lleva hoy?... Al mismo lugar de siempre, -contestó-.
-A quitarle un pedacito al Sol, pero como siempre; me gana la carrera y se oculta antes de que pueda llegar-.
Al oír semejante cosa, ya se imaginan a Doña Gertrudis, casi se atraganta con la rosquilla, y en respuesta, explotó en risas:

-¡JAJAJA!- ahora sí que me has hecho reír muchacho, pero... ¿Qué son esas locuras que estás diciendo? Cómo que... ¡A quitarle un pedacito al Sol!...Cómo si fuera un girasol gigante al que puedes ir a quitarle un pétalo. -Qué cosas más absurdas se le escuchan a ésta juventud de hoy en día -JAJAJA!.
Y mientras las risas de doña Gertrudis no cesaban, Zilo, con cara seria y ceño muy fruncido, sin comprender lo gracioso para ella; algo extrañado pero con la educación que le habían inculcado sus abuelos, se animó a confrontarla y preguntarle:
- Doña Gestrudis, ¿No comprendo lo gracioso? ¿Cuál fue el chiste?... si me explica, puedo reírme con usted y continuó: -Acaso no sabe que el Sol está hecho de oro puro y es tan pero tan grande, que no creo que se moleste si le quito un pedacito prestado y luego al cabo de algunos años, cuando yo pueda multiplicarlo, se lo devuelvo.
Pero que cosas dices Zilo, contestó doña Gertrudis ¿Cómo que quitarle un pedacito al Sol? ¡ahora sí te enloqueciste! -exclamó-. Con la incredulidad de cualquiera que no puede ver más allá de los espejismos que filtran nuestros ojos humanos, pero con la intriga que caracteriza a las curiosas de alto perfil, doña Gertrudis no podía evitar sacarse el clavo con aquella idea tan extraña de Zilo y quiso preguntar más.
-Bueno, bueno, a ver, suponiendo que sí logres alcanzar el Sol y cómo dices, le quites prestado un pedacito... ¿Qué vas a hacer con él? ¿y cómo se lo devuelves después? Fue así como Zilo se animó y compartió con ella, su magnífica idea:
-Vea doña Gertrudis, es muy sencillo, ya sabe que en el vecindario hay mucha necesidad y las gallinas, ya no dan abasto para dar tantos huevos… están muy cansadas y con el hambre que hemos visto pasar aquí en la comunidad y el problema del desempleo que viven las familias, a veces comemos huevo y otras veces gallina... y en otras; ni una ni la otra. Tenemos que ir turnando para que los pollitos vayan creciendo y así no quedarnos sin la materia prima, sino se desataría un caos.
-Doña Chela hace la repartición y a veces yo he visto que se guarda dos huevos más en el delantal... ¡y como no entenderla! Juanchito, su hijo, que además es mi mejor amigo, se estira pal' frente y los botones de la camisa, amenazan a todos con explotar en cualquier momento, para nadie es un secreto que come más que el resto.
Entonces bueno, ella se ocupa de darles a todas las familias su ración, para que le arrimen el arrocito y los frijolitos que Diosito nos repara y nunca nos ha faltado, pero yo me puse a pensar que Diosito tiene que encargarse de muchas otras familias o vecindarios como el de nosotros y debe de estar ya muy viejito, entonces pensé que algo podía hacer yo para ayudarle a él con su trabajo y así poner mi granito de arena.
-Doña Gertru (como le dicen sus más allegados) cambió su semblante de incredulidad por asombro, al escuchar aquellas ideas tan locas de Zilo, y fiel a su estilo, para poder llevar el chisme completo, le preguntó: ¿y cómo piensas llevar el plan a cabo, muchacho de Dios?.
¡Muy fácil! -contestó Zilo-.
Todos los días salgo para alcanzarlo, pero como siempre me gana, aprendí que la mejor hora es a las 3:00 pm, que es la hora cuando el oro brilla más y baja para estar más cerquita de nosotros. Entonces justo ahí, comienzo la carrera, pero por más que corro y corro, él se aleja más y luego se va a dormir. Doña Gertrudis quedó sin palabras, pero como quien no quiere quitarle la ilusión a un niño, ni tampoco pasar por alto aquella idea tan absurda; doña Gertru le contestó:
-Mira niño, lamento quitarte la ilusión, pero el Sol no está hecho de oro. Yo no sé de qué estará hecho porque no fui a la escuela y esas cosas las enseñan ahí; pero he escuchado en las noticias, que son otros materiales distintos, creo que estaríamos más cerca de pensar que está hecho de fuego, porque calienta, entonces seguro lo que tiene es fuego y suponiendo que le quitas un pedacito... ¡imagínate lo absurdo! te quemarías y quemarías todo el vecindario cuando lo traigas aquí. Es muy ilógico lo que dices. Además, ¿Cómo harías para devolverlo después?.
Zilo, como alguien convencido de lo que sabía; no titubeó en contestarle:

-Vea doña Gertru, es simple-. Cuando logre quitarle prestado un pedacito, con eso, ¡imagínese todas las gallinas que podríamos comprar! ya no tenemos que esperar a que los pollitos crezcan para comer carnita de pollo más seguidamente, sino que podríamos tener muchas gallinas para todas las familias y con eso, ayudaríamos a Diosito con su trabajo y así él puede ir a ayudarle a otras personas más y alivianaríamos un poquito la carga.
-¿Y cómo piensas devolverle el pedacito de oro que tomarías prestado? Si lo que quieres es comprar más gallinas, consultó doña Gertru.
Zilo -Ah pero eso es muy fácil, acuérdese de Don Jacinto, que se pensionó del banco, él es muy bueno con los números, entonces nos puede ayudar a vender huevos y gallinas y con lo que recojamos, podemos hacer una granja y producir más cosas... y cuando la granja sea grande y ganemos mucho dinero, llevamos todo ese dinero a que lo conviertan de nuevo en oro y se lo devolvemos al Sol.
-Doña Gertru sorprendida por las locuras de Zilo, pero cansada de semejantes disparates, bostezó profundo y le dijo: -Bueno ya me voy a hacer mis quehaceres, vaya con Dios-.
Entonces Zilo se despidió y se fue otra vez detrás del Sol. Así pasaron los días y los meses.
Doña Gertru por su parte, corrió la voz por todo el vecindario, siendo imposible que las carcajadas no se hicieran escuchar y en tono burlesco y sarcástico, le decían cada vez que lo veían pasar:
-¡Corre, corre Zilo! ¡Vamos, tú puedes!. Tal vez sea el momento y lo logres, ¡aquí te apoyamos!.
Y risas finales, acompañaban los comentarios de apoyo de todos los espectadores.
Aún así...¡Nada lo detuvo!.
Decidido a alcanzarlo, él siguió. Sin saber aún porqué o cómo lo lograría; pero con la determinación de un soñador que ve más allá de lo que otros pueden ver, perseveró, hasta que un día... de repente... ¡un milagro ocurrió en aquella vecindad!.
Como quien entra con el más grande trofeo, Zilo entró con un pedazo de Sol, que tuvo que hacer rodar como un balón gigante, durante todo el trayecto.
-¡Vecinos, Vecinos, lo logramos!- pregonaba Zilo a todo pulmón. Tomé prestado un pedacito de Sol para que podamos comprar todo lo necesario para nuestra granja de producción de huevos y gallinas y cuando tengamos bastante dinero; lo cambiamos por oro y se lo regresamos al Sol.

En aquel pueblo, todos quedaron boquiabiertas al ver con sus ojos lo imposible, pero no dudaron en saltar de la alegría y exclamar: -Zilo, ¡Cómo lo lograste!-. ¡Es imposible! decían unos. ¡Un milagro! exclamaban otros y los más escépticos ¡Ver para creer!... si no estuviéramos viéndolo con nuestros propios ojos, ¡no creeríamos!.
Y con una gran sonrisa en sus labios, el niño les contestó:
Yo escuché un día a mi abuelito decir que las apariencias engañan, entonces lo que pensé fue que si el Sol parecía fuego, pero las apariencias son engañosas; entonces por el brillo y el color, no me quedaba duda: ¡Tenía que ser de oro!..
Además, en otras conversaciones, también oí cuando hablaba con doña Tila, que le decía:
-Bueno, dicen que allá arriba, las calles son de oro y el mar es de cristal, Dios es el dueño de todas las riquezas del mundo. Entonces, fue ahí cuando la idea tuvo más sentido que nunca y reflexioné:
-Si Diosito es el dueño de todo, no se molestará, si tomo un pedacito prestado para ayudarle con su trabajo, con la promesa que después se lo devuelvo. Y así fue como en uno de tantos días, para mi sorpresa me escuchó y bajó tan cerquita de mí al Sol, que finalmente pude tomar un pedacito prestado.
Todos quedaron sorprendidos con la hazaña de Zilo, pero doña Gertru siendo la más incrédula del vecindario, golpeando olla y cucharón no dudó en levantar su voz para decir: -bueno, bueno, taaannta bulla por algo que ni sabemos si es oro o no aún. Tiene que venir algún experto a pesarlo para saber cuánto pesa y si es o no es.
Entonces trajeron un experto en la materia y muy sorprendido les indicó que efectivamente, lo que Zilo había llevado, era un gran pedazo de oro y pesaba tanto, que era una fortuna invaluable la que tenían ahora en sus manos.
Ese día todo el vecindario tiró las gallinas por la ventana y armaron semejante fiestón como nunca antes pudieron hacer. Todos entre risas, comilonas y felicidad, no paraban de celebrar y planificar los proyectos venideros, con semejante fortuna que les permitiría salir de pobres.
En eso, se acercó el experto a Zilo y le consultó: -Oye niño, dime una cosa ¿Cómo supiste que el Sol era de oro?

-Pues en realidad no lo sabía, le contestó-. Solo creí que podía serlo por el color y por su brillo y me aferré a esa idea, como la única posibilidad posible. Entonces todos los días lo perseguía hasta que un día bajó y estuvo tan cerquita de mí, que me permitió comprobarlo y finalmente, tomé un pedazo de él.
Después de escuchar con atención, quedé estupefacto con la idea de Zilo.
Tanta sabiduría plasmada en aquella reflexión de un niño que nunca abandonó su sueño loco, hasta que un día; el sueño bajo a él para hacérselo realidad.
Fue así como recordé la sabiduría que se esconde en la tradición popular, en los dichos de nuestros abuelos y que de una u otra forma, definen nuestros pensamientos. Como el caso de aquel conocido refrán sobre: -No todo lo que brilla es oro- pero desde la enseñanza de Zilo, aprendí que existen algunas excepciones a la norma y con esto en mente pude concluir que: Si crees... ¡lo creas!.