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Metáfora:-El árbol encontró sentido aprendiendo a observar-

  • Foto del escritor: María Guadalupe Ortega
    María Guadalupe Ortega
  • 13 oct
  • 2 Min. de lectura

Caminé por mucho tiempo, sobre la misma línea, absteniéndome de mirar el abismo que había entre la existencia misma y el complejo arte de observar. Toma tiempo pero se debe perseverar, hasta que un día, después de tanto suspirar, la vida te hace hincapié sobre la importancia de observar.


Cada árbol que se mantiene en pie, no es por casualidad, hay ciencia detrás, más allá de la habilidad. Hay poder, incluso en la oscuridad y hay sombras, sostenidas en su ramal.


Así fue la historia del árbol, cansado de tanta tempestad, hasta que un buen día, los vientos se detuvieron a dialogar: ¿Qué ves? Preguntaron los vientos al árbol de Ceiba, en medio de un nuevo invierno torrencial. -Nada, sólo aguas correr, que mueven mis ramas sin cesar-.


¿Y por qué ves solo agua correr, si yo veo un poco más?

-No lo sé, contestó el árbol de Ceiba, no me hagas pensar-.

¡Detente entonces! Haz una pausa y deja de mirar, porque ha llegado el momento de que te enseñe a observar.

Al cabo de un rato y después de una larga conversación, el turbulento viento, vuelve a consultar:

¿Qué ves ahora, árbol de Ceiba? Recuerda, tómate un momento y observa con detenimiento.


Y después de unos instantes, al árbol le cambió su semblante.

-Ahora veo un hermoso río, que se desplaza con fuerza y tenacidad, recorre mi melena y llega hasta las raíces, que nutren nuevos sueños y anhelos que permitirán el reverdecer, al cese de la tormenta.


Desde aquel entonces, el árbol de Ceiba aprendió a disfrutar de los inviernos tormentosos y los veranos calurosos. Los vientos fueron sus mejores maestros, aprendió a observar con detenimiento cada tormenta y el profundo sentido del renacer, convencido que las aguas volverían siempre a su curso, dando espacio al verano, donde el árbol de Ceiba nuevamente no sólo se fortalecería, crecería y daría mayores frutos, en cada estación y en cada proceso, el árbol de Ceiba siempre reverdecería.

¡No te quedes atrás!

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